Formación docente universitaria y crisis sanitaria COVID-19

University teacher training and health crisis COVID-19

Formação de professores universitários e crise sanitária COVID-19

 


Noemí Suárez Monzón1-2id

1Facultad de Ciencias Humanas, de la Educación y Desarrollo Social. Universidad Tecnológica Indoamérica. Ambato-Ecuador.

2Centro de Investigación de Ciencias Humanas y de la Educación CICHE. Universidad Tecnológica Indoamérica. Ambato-Ecuador. Correo: noemisuarez@uti.edu.ec

 

Fecha de recepción: 2 de mayo de 2020.

Fecha de aceptación: 28 de mayo de 2020.

 

 

RESUMEN

 

La crisis sanitaria ha puesto a estudiantes y docentes de casi todo el mundo de cara a la educación virtual a distancia como única opción para continuar con los procesos formativos. Muchos de ellos no poseen las condiciones requeridas de disponibilidad de infraestructura tecnológica, acceso a internet y un adecuado ambiente de enseñanza-aprendizaje. Desde una perspectiva pedagógica, la naturaleza radical y abrupta del cambio desafía no solo estas condiciones, sino también al sistema educativo de la Educación Superior en lo referido a las demandas de la sociedad. En este artículo se reflexiona sobre los retos a la formación del docente universitario como agente clave que tiene que acoplarse a las nuevas condiciones de virtualización de manera emergente en el contexto de la crisis y responder al tipo de profesional que exige la sociedad.

 

Palabras claves. COVID-19, docente, formación, universitaria.

 

ABSTRACT

 

The health crisis has put students and teachers from almost all over the world to face virtual distance education as the only option to continue their training processes. Many of them do not possess the required conditions of technological infrastructure, access to the internet and an appropriate teaching-learning environment. From a pedagogical perspective, the radical and abrupt change, challenges not only these conditions, but also the Higher Education educational system in relation to the demands of society. This article reflects about the challenges towards university teacher training as a key agent who needs to adapt to the new conditions of virtualization in an emerging way, all this in the context of the crisis and to respond to the type of professionals that society demands.

 

Keywords. COVID-19, professor, training, university.

 

RESUMO

 

A crise da saúde colocou estudantes e professores de quase todo o mundo perante a educação virtual à distância como única opção para continuar com os processos de formação. Muitos não têm as condições necessárias para a disponibilidade de infra-estruturas tecnológicas, acesso à Internet e um ambiente de ensino-aprendizagem adequado. Numa perspectiva pedagógica, a natureza radical e abrupta da mudança desafia não só estas condições, mas também o sistema de ensino superior em relação às exigências da sociedade. Este artigo reflecte sobre os desafios à formação de professores universitários como agente-chave que tem de se adaptar às novas condições de virtualização de uma forma emergente no contexto da crise e responder ao tipo de profissional que a sociedade exige.

 

Palavras chaves. COVID-19, Formação, professor, universidade

 

Lo seguro después de la pandemia del virus Covid 19 es que el mundo como lo conocíamos, ya no existe más, y el sector educativo significa uno de los tantos escenarios en donde se refleja la crisis generada por la enfermedad en el ámbito económico, político y social. A medida que el virus se extiende, cada vez hay más pacientes en camas hospitalarias y muerte en hogares ecuatorianos. El sector laboral se tambaleaba con la parálisis casi total del sistema productivo; la inestabilidad económica de los ciudadanos sobreviene, los índices de pobreza crecen como se incrementa también la desconfianza del pueblo respecto al poder político en la toma de decisiones oportunas.

No es una realidad exclusiva del Ecuador, tampoco otras regiones más o menos desarrolladas, con distintos sistemas políticos, alcanzan evadir eficazmente estos impactos. Sin embargo, en medio de todo este panorama y en una dinámica caracterizada por “sálvese quien pueda”, muchos tienen que salir a exponerse al contagio. Solo algunos empleados pueden recurrir al teletrabajo como opción de protección ante la pandemia. Este es quizás uno de los pocos privilegios que tienen los docentes de la Educación Superior en esta crisis.

En Ecuador hay 750 mil estudiantes en el sistema de Educación Superior, y 50 000 docentes, funcionan 60 universidades entre públicas y privadas y 189 institutos tecnológicos [1].  En este contexto, la mayoría ha optado por la modalidad de educación virtual a distancia. Además, hay un crecimiento de la presencia y uso de computadoras y el Internet en los hogares de la nación. Pero ¿Quién asegura que el ciento por ciento de los profesores y alumnos universitarios cuenta con las condiciones y ambientes adecuados para enfrentar la educación virtual a distancia?. Se suman otros derroteros desafiantes como la reducción de presupuestos, más visibles en el sector público y la escasa capacidad para renovar el equipamiento tecnológico a corto plazo.

Otro dilema viene a mi mente. Tanto el sistema universitario privado como el público enfrentan el mismo problema inmediato relacionado con mantener cubiertas las matrículas de las carreras y programas formativos y evitar la deserción en estas condiciones. No existe universidad sin estudiantes, así que de nada valen ya las diferencias ideológicas o de otra índole, porque el escenario ahora es el mismo: la calidad de la enseñanza aprendizaje virtual a distancia. Pero, ¿Cuán preparados están los docentes universitarios para enfrentar el desafío de cambiar todas las funciones al espacio virtual?  Eso sin tomar en cuenta que lo aprendido hoy, mañana puede ser obsoleto ante el hecho irreversible del avance de la tecnología y la automatización [2].

Si anteriormente el sistema universitario había podido “evadir” el rol social de responder a las necesidades y problemas de la sociedad ¿Podrá hacerlo en este momento, cuando la mayoría de las empresas buscan una fuerza profesional entrenada en el trabajo apoyado por tecnologías e inteligencia artificial? En este nuevo contexto se obliga a las universidades a contribuir de manera sustancial al restablecimiento del orden. Para cuando termine el acecho de la pandemia sería muy tarde, de modo que desde ahora hay que preparar las condiciones para impulsar la formación de profesionales universitarios como factor estratégico y de supervivencia para el rescate de la economía. Eso implica reflexionar sobre el tipo de profesional que se requiere formar.

En vista de estos nuevos desafíos, hay tres aspectos a considerar de inmediato para responder a la crisis, pero al mismo tiempo dejan margen para pensar y reflexionar en otras cuestiones no menos importantes.

En primer lugar, la sustitución del modelo universitario con carácter presencial por el virtual, lo cual implica tomar en cuenta las condiciones tecnológicas y de acceso de los estudiantes y docentes, así como el monitoreo del aprendizaje real en los nuevos ambientes de los hogares. En relación con esto podríamos considerar la necesidad urgente de tener un diagnóstico preciso de las condiciones de disponibilidad de los dispositivos electrónicos de buena calidad y acceso tanto de estudiantes como de los docentes. También es necesario conocer sobre los procesos de adaptación a los nuevos ambientes de enseñanza- aprendizaje, ahora desde el hogar en las distintas zonas del país; estrategias de aprendizaje y variables de salud física y emocional. Este insumo moviliza acciones administrativas, académicas y de promoción de salud desde los departamentos de ayuda estudiantil en las universidades.

En segundo lugar, la transformación en el tipo de demanda que se hace a los profesionales de la Educación Superior tiene el más importante desafío en la formación del profesorado en clave 4.0 para acoplarse a las nuevas condiciones de virtualización de la educación, que genera miedos, incertidumbres y tensiones abrumadoras entre estos, sobre todo, por sobrecarga, fatiga o simplemente la inadaptación de los docentes migrantes digitales. Al decir de algunos, si bien las tecnologías ayudan a mantener los procesos educativos en momentos de crisis como esta, la manera en que se logran llevar a cabo los intercambios, puede o no mantener intactos los objetivos pedagógicos y los resultados de aprendizaje [3]. Este es uno de los motivos que incide en el incremento de la brecha digital y por consiguiente en el rezago del aprendizaje.

Ahora bien, el poco dominio de los profesores de la pedagogía del uso de las tecnologías de información y comunicación (TIC) y la fuerte exigencia de las competencias digitales en la enseñanza precisa la búsqueda de un modelo global de intercambios académicos mediante el cual los profesores adquieran buenas prácticas de formación/autoformación basadas en el aporte de la Infopedagogía. Pero también debemos pensar en lograrlo de forma progresiva, sin que el uso intensivo y desmedido se apodere de nuestros docentes, no se logre el aprendizaje, y peor se quebrante la salud física y emocional de los estudiantes y del propio docente [4].  Aquí el papel de quienes diseñan y aprueban las políticas formativas universitarias es medular, porque se requiere atender a las necesidades de cada uno de los docentes en la competencia digital para interactuar adecuadamente con los estudiantes en modalidad virtual a distancia. No se trata de “normar” cuántas o cuáles herramientas deben utilizar los docentes, sino de conseguir un estado de satisfacción bilateral docente-estudiante durante el acto del enseñar y el aprender.

Pero hoy hay un escenario peor, también muy comprometido para el profesorado y es que el sector público anuncia recortes drásticos de presupuestos y el privado enfrenta el reto de autogestionarse los recursos en medio de la crisis. Esta situación de desesperación tensiona la fuerza profesional, científica y técnica. Se corre el riesgo de que al cambiar las demandas al docente algunos resulten desvalorizados, pues en momentos críticos las empresas públicas y privadas suelen recurrir al despido de aquellos que resulten más “costosos” que por lo general son los investigadores o a prescindir de una fuerza profesional “no tan calificada en el manejo de la tecnología”.  Con esto quedarían desplazados miles de profesionales universitarios, la baja en la producción científica, factor que acrecienta el subdesarrollo de los países y la precarización de los que permanezcan integrados al sistema con un alto número de estudiantes, lo que no concuerda tampoco con los principios de atención personalizada en la modalidad virtual.

Desde hace algún tiempo, algunos expertos advertían que la tecnologización de la vida humana requería profesionales óptimamente capacitados en el uso de las TIC, lo cual excluye a todo aquel que no logre adaptarse a las nuevas condiciones. Sugerían, en vistas de ese futuro irreversible, una reconfiguración de los currículos para que la formación continua de docentes contenga las actitudes, habilidades y competencias relacionadas con la tecnología, como un plus a su formación en los contenidos de las materias de cualquier ámbito de estudio [5]. Nada que cualquier parecido de ese planteamiento con nuestra realidad emergente solo es “coincidencia”.  Independientemente del área del conocimiento todos estamos “obligados por las circunstancias” a obtener un perfil profesional apto para responder a la demanda del mercado laboral y manejarnos saludablemente, no solo en beneficio propio, sino también para los jóvenes recién formados, quienes deben demostrar sus competencias tecnológicas invariantemente como estrategia de atracción hacia las empresas contratantes.

En tercer lugar, el profesorado universitario tiene que priorizar la formación del tipo de profesional en función de las necesidades del sector productivo esencialmente para levantar la economía. Al parecer la crisis sanitaria vino a desenterrar otra cuestión discutida desde hace mucho tiempo como es el principio de cambio, innovación y desarrollo curricular permanente. El año pasado se ponía como foco de atención el mercado laboral al cual debe responder la universidad en su encargo social mediante el diseño de una estrategia educativa tecnológica que especialice a los profesionales en las áreas que necesite la sociedad/empresa [6]. Todo indica que las universidades deberán potenciar aquellas carreras que tributan directamente al sistema productivo, porque éste demanda de una nueva fuerza laboral entrenada en el trabajo apoyado por tecnologías e inteligencia artificial ante las nuevas condiciones con más premura ahora que antes. Por tanto, sobre el profesorado también recae la responsabilidad de diseñar el micro-currículo orientado a la formación de micro-credenciales en modalidad virtual que aporten al estudiante el plus que necesita la empresa.

Cultivando estas mismas ideas de la especialización del perfil universitario,  se aprecian muchos otros beneficios como es la posibilidad de ofertar en línea diferentes carreras, programas y especializaciones necesarias al sector empresarial con el plus de las microcredenciales y por consiguiente la reducción de costes económicos de la educación en línea; mayor acceso a programas de postgrado para todo tipo de público, sin límites de tiempo y espacio; además de la flexibilidad que permite a los estudiantes ser proactivos en la elección de las habilidades y conocimientos que quieren validar [7]. Como ya venía ocurriendo esta prioridad hará que continúe debilitándose la formación en Humanidades y Ciencias Sociales. Reflexionar sobre la sociedad y la crisis de valores quedará para “después”, pero advertimos que, el mejoramiento de la calidad de vida no depende solamente del desarrollo económico, sino también de la comprensión del comportamiento humano en los distintos espacios, y este, a la postre también constituirá un desafío.

Todo este escenario nos advierte de los retos a la formación docente universitaria y que el sistema de Educación Superior no debe desatender, aun cuando la crisis epidémica se disipe. Es relevante que la educación continua de los docentes universitarios establezca la conexión entre enseñar a aprender por sí solo a través de la tecnología educativa y potenciar el autoaprendizaje; enseñar a investigar para resolver problemas del ejercicio profesional, con la cual también se perfeccionan los cursos que imparten en la formación y publicar los resultados luego del análisis, la reflexión y la mejora, constituyendo esta, una forma de optimizarse ante tantas demandas. Con esto, el profesor pone a nuestros estudiantes a nivel de su tiempo.

Resulta importante también conectar los procesos de formación del profesorado con el desarrollo organizativo universitario en el mediano y largo plazo. Esto nos remite de inmediato a una mayor responsabilidad de los gestores de las instituciones en la práctica del principio de la asequibilidad y racionalidad en la formación del profesorado. Recordemos que más de la mitad del profesorado universitario entra en la clasificación de “migrante digital” y resulta un escenario hostil y abrumador el hecho de tenerse que acercar a las nuevas herramientas desorbitantemente ante la exigencia de “cuotas” para el uso de las herramientas digitales como si los estudiantes no fueran parte del proceso y no pudieran también decidir cómo y con qué quieren aprender.  A la hora de realizar los ajustes estructurales hay que saber cómo resolver las tensiones que se producen en los profesores; sobre todo de aquellos que se resisten al empleo de la tecnología, la subestiman, o hacen uso excesivo de ellas [8].

Si bien los cambios tecnológicos se dan a una velocidad impresionante, los cambios en las rutinas del profesorado deben modularse gradualmente porque un uso deficiente, hablando didácticamente de las TIC, afecta procesos como la concentración, la atención, la comprensión y el rendimiento académico de manera general. Por tanto, una estrategia es brindar al docente la posibilidad de autoevaluarse y autocorregirse luego de reflexionar conscientemente sobre lo que hace o no hace con sus estudiantes, enseñar los caminos más cortos para acceder al conocimiento, utilizando instrucciones, tutoriales y actividades demostrativas que guíen los procedimientos de uso de las distintas herramientas y ofrecer la posibilidad de adquirirlos a un ritmo individual [9].  De esta manera, el profesor universitario crea su propia “fórmula didáctica” y combina una serie de métodos y herramientas en la enseñanza. En ese propósito también resulta determinante el trabajo colaborativo entre profesores de la misma área del conocimiento, porque se racionaliza el proceso de diseño de las técnicas y recursos para la enseñanza.

Otros autores andan más preocupados por la huella en las subjetividades humanas que rigen los cambios en momentos de crisis y las que pueden recaer en la visión de las cosas por parte de los docentes universitarios. Tal vez por eso se insiste en el principio de la formación en valores, que significa sembrar en el profesorado esas cualidades como la solidaridad, cooperación, respeto, paz, igualdad, que deben ser incorporados como una filosofía de trabajo [10]. No se puede olvidar que cada cosa que sembremos en la espiritualidad de los profesores se verá reflejado también en el alumnado, tan influido por la diversidad de estos tiempos.

Concluyendo, sin lugar a dudas, la piedra angular de todos estos cambios radica en la transformación de la formación de los docentes universitarios, primero, porque deben adaptarse al mundo que hoy habitamos, tan propenso a crisis de toda índole, económica, social, científica, y ahora, sanitaria. En segundo lugar, porque el mercado laboral empuja a las instituciones de la Educación Superior a una re-contextualización responsable en la formación de profesionales, que tienen a su vez en sus hombros el encargo de asegurar la continuidad de estudios con la calidad y pertinencia que demanda la sociedad actual.

Desestimar las potencialidades de las tecnologías y de las aulas virtuales podrían generar consecuencias irreparables para la sociedad ecuatoriana y más aún la formación del profesorado inconforme y fatigado, porque de los docentes depende la buena o mala formación de los profesionales de las distintas ramas.  Pero tampoco se puede obviar la situación de aquellos profesores y estudiantes que no cuentan con acceso a Internet, ni a dispositivos tecnológicos, y que precisan de un sistema educativo equitativo.

En cuestión de semanas, se han transformado las lógicas de la formación universitaria, y con ello la Pedagogía que focaliza la tecnología digital como el medio de enseñanza clave para todas las áreas del conocimiento. Sin embargo, aun cuando desde los presupuestos teóricos y empíricos todavía falta mucho camino por recorrer la luz al final del túnel está en la adecuada formación que como expectativa sitúan estudiantes, colegas y la sociedad en los docentes.  Ese será el aliciente para el profesorado, comprometido con su tiempo e identidad y a quien la adversidad nunca ha olvidado para poner a prueba una vez más su capacidad de reestructuración del campo de acción y la de quienes tenemos la tarea de ser formador de formadores.

REFERENCIAS

[1] INEC. Encuesta de Seguimiento al Plan de Desarrollo 2017 – 2021. Quito: INEC, 2018.

[2]Oppenheimer, A. ¡Sálvese quien pueda!: El futuro del trabajo en la era de la automatización. Penguin Random House, Grupo Editorial, Nueva York, Estados Unidos, 2019.

[3] Helmeid, E. and Vincent-Lancrin, S. The Future of a Quiet Revolution. E-learning in Tertiary Education, OCDE, París, 2014.

[4] Belçaguy, M. N., Cimas, M., Cryan, G.Usos y abusos de las TIC en estudiantes secundarios y universitarios. VII Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XXII, pp.46–50, 2015.

[5] Barrios, F. Análisis de las megatendencias de Educación Superior. Apuntes Ciencias Sociales 3(2):185-196, 2013.

[6] Halloran, L., and Friday, C. Can the universities of today lead learning for tomorrow? Australian Government: Australian Trade and Investment Commission, “Why Australia: Benchmark Report, 2018.

[7] Suárez, N., Delgado, K. E., Pérez, I., y  Barba, M. Desarrollo de la Creatividad y el Talento desde las Primeras Edades. Componentes Curriculares de un Programa de Maestría en Educación. Revista Formación Universitaria 12(6): 115-126, 2019.

[8] Garbanzo-Vargas, G. Desarrollo organizacional y los procesos de cambio en las instituciones educativas, un reto de la gestión de la educación. Revista Educación, 40(1): 67-87, 2015.

[9] Couturejuzón, L. Cumplimiento de los principios didácticos en la utilización de un software educativo para la educación superior. Educación Médica Superior, 17(1): 53-57, 2003.

[10] Molina, M., Peiró S., & Gavilán D. Perspectivas sobre educación en valores en tiempos de crisis.  BARATARIA. Revista Castellano-Manchega de Ciencias Sociales, (15): 151-160, 2013.

NOTA BIOGRÁFICA

Imagen Noemi Suarez

Noemí Suárez Monzón. ORCID iD id https://orcid.org/0000-0002-9103-9714. Es docente de la Facultad de Ciencias Humanas, de la Educación y de Desarrollo social, Docente de la Unidad de Posgrados y Directora del Centro de Estudios de Ciencias Humanas y de la Educación de la Universidad Tecnológica Indoamérica. Es Doctora en Ciencias Pedagógicas Por la Universidad Cienfuegos, Cuba. Su línea fundamental de investigación está relacionada con la formación de los profesionales de grado y posgrados.

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